martes, 28 de abril de 2015

123,567

En el són de su uno puse cara de indiferencia, como quién nunca ha movido un pie al compás de la vida.
Pero poco a poco se adentraba en mi cuerpo el ritmo de su dos, haciéndome intuir una conexión inexplicable.
Mi cara iba convirtiéndose en calma cuando el tres de sus manos se adentraba en las mías.
Mi cara paso a ser entonces de sonrisa fácil, y en cuestión de segundos el cinco afloraba en mi cuerpo, decidido, de ese modo dejaba a entrever el seis sin mucho esfuerzo, y como solo él sabía hacerlo, me llevaba a acabar en el nirvana de mi número preferido sin apenas darme cuenta.

Parecía como si las notas las hubiesen hecho a su medida, como si hubiesen estudiado su cuerpo al detalle para hacer sonar cualquier cosa que marcada por él podía sonar a música.

Y no es que lo hiciera mejor que muchos, pero a mi me hacía moverme mejor que nadie.

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