domingo, 7 de abril de 2013

¡Yo no participo!

Y así pensando digo; dónde queda la Antonia que pasaba de hablar de amor y otras milongas, tampoco he tenido que buscar mucho para encontrarme, al fin y al cabo sigo en el mismo lugar de siempre, en las mismas especies de madrugadas raras.

 Paso, sí, paso de escribir hoy de amor y de amantes, de amados y enamorados.
Hoy no se muy bien por qué de pronto me han entrado unas ganas repentinas de escribir sobre el cine.

 ¿De qué van? Sí, aún recuerdo cuando pagaba 3 euros por entrar al cine de verano y encima me dejaban llevar cena. Y lo mejor es que aunque la peli no valiese siempre se podía esperar a ver el desenlace de la luna.

 ¿Y ahora? Ahora no se puede fumar, y tampoco hacer un pequeño comentario, porque el que está atrás te toca el hombro para reñirte y el pesado que da vueltas por el cine te echa.

 Eso sin hacer mención del precio de las entradas. Ah claro, menos los días festivos y día del espectador, que te las rebajan unos centimitos y supongo que eso hay que agradecerlo de alguna forma.

 ¿Eres estudiante? No, mira, yo trabajo. Ah, pues entonces tu pagas más. 

Tu ven todas las semanas al cine que nos vas a dar de comer, que aunque la peli no mole, el dinero ya no se te devuelve, la inversión ya está hecha y te vas a tu casa con cara de: ¿qué he hecho con mis 20 euros? porque las palomitas son un sagrado.

 Y como la peli sea en 3D ya puedes ir sacando un préstamo, que esos mareos causados por las gafas no se pagan solos.

 ¡Manda huevos!
 Yo ya empiezo a notar la caída de pelo.

 A mí no me engañan. Viva lo online. Viva mi cama. Viva mi copa de vino. Viva mi silencio. Viva mi soledad. Viva mi humo y mis stop para mear. Viva mi peli, que no me hace falta ver un trailer en tamaño gigante para que alguien me engañe a verla, y tampoco me es necesario que esté de estreno.
 Paso.

 Eso sí, a no ser que a algún buen caballero se le ocurra invitarme, ahí ya no me meto.

Anterior.

Cómo hacerme la valiente ante ti, pensando en decirte algún día a algo que no, si ni siquiera me das la oportunidad de poder rechazarte.

¿?

¿En qué momento dejaron las yemas de mis dedos de recorrer tus labios?

 ¿Cuándo decidimos qué no volverías a cogerme de la cintura?

 ¿A quién se le ocurrió la idea de separar nuestros pies bajo las sábanas?

 ¿Crees que alguien entendería que ya no enredes tus dedos en mi pelo?

 ¿Quién sabe por qué motivo dejé de acariciarte la nuca?

¿Puedes decirme cuál fue el momento exacto en el que dejé de darte las buenas noches?

 ¿Acaso crees que no lo echo de menos?